DOS CORAZONES EN PAUSA
Es viernes, y el sol entra suavemente por las ventanas después de tantos días de lluvia. Ellas deciden tomarse un momento, uno de esos que nacen sin planearse, pero que terminan siendo inolvidables. Se miran, y con una sonrisa que no necesita palabras, levantan las manos para formar un corazón.
Mientras sostienen este corazón, alguien que pasa por delante lo inmortaliza con su cámara. En ese instante, el mundo parece detenerse. La luz del sol ilumina sus manos, pero lo que realmente brilla es lo que ese gesto representa: la fuerza de una amistad.
No son solo compañeras de trabajo; han construido una relación que va mucho más allá de las tareas diarias. Cada broma, cada café compartido y cada mirada de apoyo llevan consigo un mensaje silencioso: “Estoy aquí, contigo”. Han aprendido a apoyarse mutuamente, a encontrar fuerza en los días difíciles y a compartir las pequeñas alegrías que hacen que todo sea más llevadero.
Porque al final, lo importante no son los momentos que comparten, sino lo que hay detrás de ellos: el amor y la confianza que siempre se ofrecen. Esta amistad no necesita palabras, porque está presente en cada gesto, en cada mirada y en cada corazón que comparten juntas.
Y yo, desde el otro lado, soy testigo de algo tan puro y especial. Porque su amistad no solo transforma lo cotidiano, sino que inspira y da sentido a los pequeños momentos que realmente importan.
Jlp
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