Hoy, paseando por el puerto, me encontré con una cadena apartada, olvidada en un rincón donde casi nadie se detiene. El hierro estaba gastado, cubierto de óxido, como si hubiera esperado demasiado tiempo a que alguien volviera a mirarla.
Me quedé allí, quieto, escuchando el rumor del agua y el crujido lejano de los barcos. Y de pronto, cada eslabón empezó a devolverme imágenes: tardes de infancia en las que corría por este mismo muelle, voces que ya no escucho, miradas que se fueron con el viento. La cadena parecía guardar todo aquello que yo había perdido, como si el tiempo se hubiera enredado en su peso.
Sentí una mezcla extraña: el deseo de soltar y la necesidad de conservar. El puerto seguía vivo, indiferente, pero yo me quedé atrapado en esa memoria suspendida. La cadena del tiempo estaba allí, apartada, y sin embargo me sostuvo, me recordó que incluso lo que se oxida sigue formando parte de mí.
Quizá por eso no pude apartar la vista. Porque en ella reconocí lo que fui, lo que ya no soy, y lo que aún me acompaña mientras aprendo a mirar hacia adelante.
Gràcies pels vostres comentaris - Gracias por vuestros comentarios
Thanks for you comments
~2.jpg)
Comentaris
Abrazo